Si un desprevenido no supiese que Nicolás Romat es defensor, con seguridad querría saber a futuro cómo hacerse del pase del goleador. En un acto profético a lo Moisés, “Samurai” dejó en el suelo el overol del rústico y le regaló al hincha de Atlético un golazo. Separó las aguas a su paso.
No fue Romat el autor del 2 a 1. Fue un clon de Romat con ADN de Píriz Alves, “Pulguita” y compañía. Sacó de sus compañeros la destreza de todo artillero y la velocidad de un misil, para adentrarse en los dominios de San Martín y definir con la paz de un condenado al Edén. Pave nada pudo hacer.
Y la gente tampoco, cuando le tocó su parte de delirar con semejante definición. “En el primer tiempo tuvimos algunas claras, ellos solo nos complicaron con pelota parada”, fue el escueto análisis del zaguero. En líneas generales, Romat no abusa de su suerte ni se aprovecha de ella. “El segundo tiempo salió el juego que nosotros intentamos hacer”, agregó como buscando una pared entre entrevistado y entrevistador.
“Esta victoria suma para tomar confianza de que se puede”, sostuvo, y luego valoró la mano de Erroz. “Lo que impone el técnico de a poquito va saliendo y eso suma en confianza”. Difícilmente se lo vea descarriado al lateral. Su paz interior bloquea el frenesí de una maravillosa definición. “A veces no me llevo bien con la pelota”, explicó. Entonces, ¿su conquista, la del 2-1, se trató de un milagro de la creación’ No. “Mi función es defender, como digo siempre. Mi función es que no me desborden, que no me ataquen e intento cumplirla de la mejor manera posible”. Romat es defensor, también goleador, ahora, aunque ni él lo crea. “Lo demás es un extra”. Ese “demás” fue el golazo que ningún “decano” borrará de su memoria por un tiempo.